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Cuando tuve mi primer embarazo no tuve náuseas y vómito, pero mis intestinos me jugaban malas jugadas y me daba diarrea. Una vez entré a un despacho de abogados y pedí el baño porque no aguantaba. La diarrea y los gases hicieron de las suyas pero nunca imaginé que mi faena se escuchaba hasta la recepción, cuando salí la recepcionista reía a carcajadas, me dió tanta pena que no volví a ese lugar.
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